La burbuja financiera-inmobiliaria
en Japón, constituyó un proceso de
revalorización de activos financieros e inmobiliarios ocurrido en Japón a
partir de 1980, y que finalizó en 1990. Se considera una de las mayores
burbujas especulativas de la historia económica moderna.
Como antecedente
tenemos, que durante la década de los 80 Japón tuvo un elevado superávit
comercial, que fue empleado por los bancos para la adquisición de tierra y
acciones, los precios de tales activos comenzaron a crecer de manera
espectacular.
El mercado inmobiliario hacía crecer el mercado de valores, y
éstos, a su vez, provocaban el crecimiento de los activos inmobiliarios, la
mecánica del proceso consistía en revalorizar las acciones de una empresa
determinada a partir de sus propiedades inmobiliarias, y esa revalorización se
empleaba para comprar más bienes inmuebles. Durante este periodo de euforia, la
masa monetaria creció a un ritmo de 9% anual.
En el periodo 1955-1989
el valor de los bienes inmuebles japoneses se había multiplicado por 75, y
suponían el 20% de la riqueza mundial, aproximadamente 20 billones de dólares,
un valor equivalente a cinco veces el territorio completo de Estados Unidos,
país que contaba con una extensión 25 veces mayor.
Sólo el entorno
metropolitano de Tokio tenía el mismo valor que todo Estados Unidos, y un
distrito de la capital (Chiyoda-ku) valía más que todo Canadá, si se hubiera
vendido el Palacio Imperial de Tokio, se habría obtenido el equivalente al
valor de todo el estado de California. Los 1990 campos de golf de Japón
doblaban el valor de la capitalización de la bolsa australiana.
Dada la interconexión
de los valores inmobiliarios con las acciones de las empresas, éstas también
sufrieron un proceso de revalorización, el valor de las acciones de la bolsa
japonesa se multiplicó por 100 en el periodo 1955-1990.
Una sola empresa
japonesa (Nomura Securities) valía más que todas las casas de bolsa
norteamericanas. En diciembre de 1984 el índice Nikkei alcanzó los 11.542
puntos. En diciembre de 1989, ya había alcanzado los 38.915 puntos, tras el
estallido de la burbuja, en junio de 1992, el Nikkei había caído hasta los
15.951 puntos. En general, se piensa hoy día que los altos valores bursátiles
ocultaban una muy baja rentabilidad de las empresas.
Entre principios de
1988 y agosto de 1990 el Banco Central de Japón, ante el riesgo inflacionista
de la economía y la depreciación del yen frente al dólar decidió aumentar el
tipo de interés bancario, que pasó del 2,5% al 6%, los precios de las acciones
sufrieron un fuerte descenso (entre enero de 1990 y agosto de 1992 el índice
nikkei perdió un 63% de su valor) y los precios de los bienes inmuebles
cayeron. Dado que las acciones tenían como garantía los bienes inmuebles, el
sistema financiero entró en una grave crisis. Al momento en que la burbuja
especulativa estalló se le conoce como colapso de la burbuja.
Cuando la burbuja
estalló, muchos pensaban que Japón había adelantado a los Estados Unidos, y se
había convertido en la primera superpotencia económica. Tras la Segunda Guerra
Mundial Japón experimentó un crecimiento extraordinario, en el periodo 1955-1972
la economía nipona creció una media del 10% anual. De 1975 a 1990 el
crecimiento fue más moderado, pero aún así alto: un 4%. A partir de 1990, el crecimiento
se estancó en un 1%.
El modelo económico
japonés explicaba, a ojos de los occidentales, la prosperidad del país
asiático. Paradójicamente, este modelo fue, según algunos analistas, el
causante de la crisis. La economía japonesa estaba fuertemente influida por los
valores culturales del confucianismo, el taoísmo y el budismo. El paternalismo
capitalista, la edad como paradigma de la autoridad, la tradición de consenso
en la toma de decisiones que afectan a la economía del país, el proteccionismo
económico vinculado a un fuerte nacionalismo, la hiperregulación del mercado
laboral y la identificación del trabajador con la empresa (que en las grandes
corporaciones garantizaba el empleo de por vida) habían garantizado un
funcionamiento eficiente del sistema productivo.
Por otro lado, la
estructura empresarial japonesa no se parecía a la occidental. En Japón regía
lo que se llamaba «el gobierno de las empresas» y el «sistema de un banco
principal» (main bank system). Este último concepto hace referencia al
entramado de los «keiretsus» (grupos empresariales) que de ordinario
presentaban una estructura en cuya cúspide se encontraba una entidad financiera
bajo la cual se extendían una serie de empresas con participaciones cruzadas.
Los «keiretsus» tenían como principal defecto su escasa transparencia
financiera (lo que, al parecer, sería determinante para la crisis posterior).
En cuanto a «el gobierno de las empresas», se trataba de una fuerte
interrelación entre las esferas política, académica y empresarial, según la
cual el funcionamiento de la sociedad japonesa, en todos sus ámbitos, era
garantizado por la élite empresarial.
Otra de las
características de la economía japonesa era su vocación exportadora, lo que
permitió la entrada de enormes cantidades de capital exterior en forma de
beneficios. La abundancia de riqueza fue también determinante para explicar el
alza de precios del periodo 1980-1990. Según informes del Banco de Japón, otros
factores que catalizaron la burbuja fueron el aumento de la demanda, la
relajación de la política monetaria y la desmesurada demanda de vivienda por
motivos fiscales.
Algunos analistas
niegan que el impacto de los beneficios producidos por las exportaciones fuera
el verdadero causante de la burbuja. Según esta corriente de análisis, las
empresas exportadoras fueron relativamente independientes del "banco
principal", y para entonces el «main bank system» había variado su
estructura: la mayor parte de las entidades había dirigido sus actividades
financieras hacia el mercado interno, casualmente, hacia el sector de la construcción
y de las empresas inmobiliarias.
La fuerte dependencia
del sector financiero de esas empresas explicaría el hundimiento posterior de
la banca japonesa, tras la depreciación de los bienes inmuebles. El fenómeno del paro,
inédito en el país en virtud del «gobierno de las empresas», apareció en la
sociedad japonesa, en el año 2002, el desempleo era del 5,4%, debido a la
pérdida de valor de los bienes inmuebles se produjo un efecto riqueza negativo,
que redujo de manera importante el consumo. El credit crunch consecuencia de la
quiebra de numerosas entidades financieras aumentó las dificultades de crédito
y paralizó la economía.
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